Seguro que muchos se han acordado del Celacanto, un pez de sobra conocido por su reputación de fósil viviente por antonomasia. Claro que la mayor o menor reputación y repercusión de encontrar un “fósil viviente” también tiene que ver con la edad a la que pertenezca ese fósil. No es lo mismo encontrar un fósil de menos de 1 millón de años de una especie que vive en la actualidad, que un fósil de una especie que vive desde hace 30 millones de años, o como el caso del Celacanto que por un tiempo se creyó extinto desde hace 65 millones de años.
Pero vamos a seguir hablando de nuestro pez hacha con aspecto fantasmagórico. De hecho en algunos lugares se le llama pez fantasma. Tienen unos ojos grandes de aspecto tétrico que apuntan hacia arriba buscando presas en lo que para nosotros sería absoluta oscuridad pero no para ellos, que son capaces de detectar con esos enormes ojos algunas siluetas y reflejos en el abismo.
Como casi todos los peces de las profundidades tiene capacidades bioluminiscentes, esto es, mecanismos biológicos que producen luz. En este caso el pez hacha la usa para ocultarse de los depredadores imitando los tenues reflejos ondulatorios que los otros peces percibirían cuando miran a la superficie.
Suelen moverse a distintas profundidades, pero la referencia de máxima profundidad a la que habita este pez según fishbase sería hasta unos 2400 metros. Tengo entendido que no suelen rondar por el lecho marino, son más bien de rondar a media altura entre la superficie y el fondo. A pesar de su tenebroso aspecto, son peces muy pequeños. La especie de pez hacha más grande que existe se denomina Argyropelecus gigas y no supera los 12 cm, pero por lo general, especies como el hemigymnus y otras no pasan de los 8 cm.